jueves, 8 de septiembre de 2011

Diario de un Capitular del Cabildo de Caballeros y Escuderos de Cuenca en la JMJ

Juan Ramón de Luz nos comenta la experiencia que está viviendo como peregrino en Madrid con jóvenes de todo el mundo a la llamada del Papa
 Texto y Fotos: Juan Ramón de Luz Carretero. Algo ha cambiado en Madrid ante la inminente llegada de Su Santidad, de ser esa urbe cosmopolita impersonal, y a veces hasta peligrosa, de gente desconocida e individualista con la que te cruzas por la calle, y en la cual nadie quiere saber nada de nadie, ha pasado a ser un pueblo o ese Madrid más reducido y cordial de antaño, donde todos se conocen, sean del punto del Globo terráqueo que sean, donde cunde el respeto además de las buenas intenciones, y donde la gente que lleva camisetas de la JMJ, o van pertrechados de peregrinos del siglo XXI con sombreros y mochilas de colores vivos, se saludan amablemente y se preocupan por ver que pueden hacer por ti y tú por ellos.

Anoche tras volver a mi casa después de una jornada de intensas emociones e impresiones, que había culminado con el amable y sereno sonido de la voz alba y púrpura del esperado “sucesor de Pedro” resonando en todos los confines de la Tierra desde el centro de Madrid, junto a la estatua de la diosa, la Gran Madre, del carro tirado por leones, me iban saludando varios jóvenes y no tan jóvenes con camisetas verdes de voluntariado y rojas, y amarillas, y azules... Algunos de ellos, estaban sentados en el suelo y en los bancos de la calle cenando grandes pizzas. Llevaba un par de días recorriendo el centro de la capital de España, para empaparme del ambiente, convirtiéndome casi sin quererlo, pero encantado, en puesto de información andante de peregrinos. Visitando el espectacular paso de la Semana Santa conquense, el Descendimiento, que espera el momento de su participación en el Via Crucis, aparcado bajo la inmensa cúpula futurista de cristal del antiguo Palacio de Correos. Entrando en iglesias, conventos y monasterios del Madrid de los Austrias, a cuyo diseño tanto contribuyeron los ilustres conquenses Francisco de Mora y su sobrino Juan Gómez de Mora, aprovechando su mayor amplitud de horarios, para ver sus imágenes y tallas, así como para compartir oraciones, sentimientos y experiencias con los allí reunidos, feligreses del mundo. Suerte que me acompaña Pedro Romero Sequí, miembro de nuestra Congregación de Ntra. Sra. de la Soledad y de la Cruz, voluntario de la Orden de Malta y una enciclopedia andante en todo lo referente a artistas imagineros, órdenes y vestimentas religiosas. En la abarrotada Catedral Castrense podemos contemplar el impresionante Cristo de la Buena Muerte, Cristo de la Legión, y entramos a rezar ante las reliquias de San Juan de Ávila.

Si hay algo que caracterice estos momentos previos a la vigilia en Cuatro Vientos, como ya pudimos comprobar y vivir en la Misa matinal, ofrecida en la Plaza de Toros de Cuenca a los peregrinos, voluntarios y familias de acogida de la capital conquense, es la espectacularidad, el ambiente festivo, sin excesos, la diversidad de lenguas pero el mismo idioma, instantes maravillosos e irrepetibles de verdadera Comunión universal, instantes multitudinarios, en una dimensión que yo no había conocido hasta ahora, cantidad de italianos y portugueses, franceses, brasileños, estadounidenses, polacos, australianos, países africanos, caminando en largas filas, cogidos de la mano, tras el portador de la bandera de su país. Reconozco que lo que más me ha impresionado es haber visto a jóvenes católicos coptos y peregrinos cristianos con banderas de Turquía, Líbano, Irak o Palestina. Admiración por su valentía y entrega. Expresión viva del lema de estas jornadas de la juventud: Firmes en la Fe, en este caso, ante la extrema adversidad. Los anticatólicos deberían saber que las persecuciones nos hicieron y nos hacen todavía más fuertes.
“Qué la llama de Cristo nunca se apague en vuestros corazones” Palabras del Santo Padre que resuenan en la soleada y calurosa tarde madrileña.

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